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domingo, 20 de octubre de 2024

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Seúl de los años 90, un amor De cuentos #historias


En la bulliciosa Seúl de los años 90, cuando los primeros teléfonos móviles comenzaban a aparecer y el pop coreano aún se encontraba en sus primeras etapas, Hyejin y Taeyang vivieron una historia de amor que marcó profundamente sus vidas.


Hyejin era una joven de espíritu libre que trabajaba en una pequeña cafetería en el corazón de la ciudad. Su cabello corto y su manera despreocupada de ver la vida la hacían destacar en una sociedad aún marcada por tradiciones conservadoras. En las tardes libres, se sentaba en la terraza del café a escuchar canciones en su walkman, soñando con un futuro donde la música la llevaría lejos. Tenía 20 años y una sonrisa que iluminaba las grises calles de la capital.


Taeyang, por otro lado, era todo lo contrario. Estudiante de …

[5:02 p.m., 20/10/2024] +1 (829) 775-7773: Una tarde de otoño en la pequeña ciudad de Mirador del Valle, cuatro adolescentes se reunían, como solían hacerlo después de clases, en un claro del bosque que rodeaba el pueblo. Este lugar había sido su refugio desde la infancia, un rincón oculto entre los árboles donde podían ser ellos mismos, lejos de las miradas curiosas de los adultos.


Mateo, el más serio del grupo, se encontraba mirando el cielo mientras el sol se ocultaba lentamente. Siempre pensaba en lo que vendría después de la secundaria: la universidad, el futuro incierto. A su lado, Clara, la más inquieta, daba vueltas alrededor del grupo mientras despotricaba sobre el último examen de matemáticas. “No entiendo por qué tenemos que saber tantas ecuaciones”, decía con frustración.


Raúl, el bromista, estaba tumbado en el suelo lanzando piedras a un pequeño arroyo cercano. Su mente, como siempre, parecía estar en otro lado. “Tal vez no necesitemos las ecuaciones para lo que nos espera”, comentó misteriosamente.


Finalmente, Sofía, la más callada y observadora, se mantenía en silencio, como si algo la preocupara. Tenía la sensación de que ese día iba a ser diferente, aunque no sabía exactamente por qué.


“Chicos”, dijo de repente, rompiendo su mutismo, “¿han notado que el bosque está más… callado de lo normal?”


Todos se detuvieron. Mateo dejó de mirar el cielo, Clara dejó de caminar en círculos y Raúl se incorporó. Efectivamente, el habitual sonido de los pájaros y el viento entre los árboles había desaparecido. Un silencio denso los envolvía.


“Es como si algo estuviera acechando”, susurró Clara.


De repente, un destello brillante iluminó el claro, seguido de un fuerte zumbido. Los cuatro amigos quedaron paralizados, sus corazones latiendo al unísono. Frente a ellos, una figura apareció entre las sombras: una mujer alta, de piel pálida y ojos que brillaban como estrellas. Su cabello flotaba como si estuviera bajo el agua y su voz, cuando habló, resonó en sus mentes más que en el aire.


“Ustedes han sido elegidos”, dijo la mujer. “Una antigua fuerza despierta en el bosque y necesitará de su valentía y unión para enfrentarse a lo que está por venir”.


Ninguno de los cuatro entendía del todo lo que estaba sucediendo, pero todos sintieron que algo importante estaba a punto de cambiar en sus vidas.


La mujer desapareció tan rápido como había aparecido, dejando solo un símbolo en el suelo: un círculo con cuatro líneas en su interior, cada una apuntando a un punto cardinal.


A partir de ese momento, la vida de los adolescentes dejó de ser ordinaria. Descubrieron que, detrás de la aparente tranquilidad del pueblo, había fuerzas ocultas que solo ellos podían enfrentar. Misterios ancestrales, criaturas míticas y pruebas de amistad los aguardaban. Tendrían que aprender a confiar en sus instintos, y entre ellos, si querían proteger no solo su mundo, sino el equilibrio del mismo bosque.


El tiempo de ser simples adolescentes había terminado; ahora, eran los guardianes de Mirador del Valle.